sábado, 15 de octubre de 2011

Carta a un Amor que Creí Perdido

Estamos todos acostumbrados a las cosquillas en el estómago (¿mariposas? ¡Ja!). Al deseo voraz inicial que te lleva a pensar que amas sin condición a la otra persona. ¿Es eso amor? Muchos pensaréis o incluso pensáis: "¡Por supuesto!"

¿Seguro?

¿O sólo es la pasión del momento y la necesidad que nos lleva a estar emparejado? ¿El instinto vil y cruel que nos hace confiar en la persona menos adecuada para nosotros, que nos ciega y nos deja estúpidos y vulnerables ante cualquier otro?

Sí, esto va dedicado a vosotros, los que amáis sin pensar, los que os entregáis por completo a la primera de cambio y termináis siendo aplastados y pisoteados por otro indivíduo (llamémoslo así) que se cree, no sólo superior, sino con todo derecho a ser amado y despreciar a quien le ama.

¿Estúpidos? Seguro que lo somos, y muy doloridos. Pero sólo nosotros vivimos con pasión la vida; sólo nosotros nos destrozamos el alma en un millón de pedacitos por otro y luego lo recomponemos para dárselo a alguien (a veces cualquiera) que nos preste su mano y comparta con nosotros.

NECESITAMOS NECESITAR

Una gran frase, teniendo en cuenta que cuando nuestro vaso se colma y la necesidad ya no es tanta o no existe en absoluto, hasta nos duele tener que decir, a quien nunca nos entregó nada a cambio, que todo se ha acabado. Los que lloramos por dejar, los que penamos por hacer daño a otros.

Ya vale, compañero. Mira por tí. Por una maldita vez.

No hagas caso a los demás, no te calmes. Ama, pues es todo cuanto tenemos. Entrégate, porque alguien, ahí fuera, te espera para entregarte su alma en bandeja de plata y darse a tí con la misma fuerza, como siempre mereciste.

Que no te importe caer, equivocarte, hundirte y volver a levantar la cabeza. Pero álzala, porque ante tí tienes un mundo, donde sin amor no puedes vivir.